En la certificación de Coaching Ontológico, el profesor Gustavo comienza diciendo que esta formación se trata de aprender a escuchar el bien. Creo que después de un año de formación, este concepto no estaba tan claro para mí hasta que ocurrió una serie de eventos desafortunados al tomar un avión de Miami a Nueva York.
Escucha el bien parte 1
Llegué al aeropuerto para registrar las maletas. Pablo, mi esposo, estaba devolviendo el carro en la agencia de alquiler. Mientras esperaba por él, escuché una voz: "última llamada para La Guardia". Salí corriendo con dos maletas y mi perro Hubert hacia el mostrador. Había dos señoras hablándome al mismo tiempo; una gritaba "¡estoy cerrando, llegaste tarde!" mientras que la otra en la esquina me hacía señales con la mano como queriendo decir "ven aquí". Mientras tanto, ella le gritaba a la otra mujer "no cierres, la voy a registrar". Me dijo: "dame las maletas", y cuando vio los boarding pass me preguntó "¿dónde está la otra persona?" a lo que respondí: "está en camino, fue a dejar el carro", mientras la otra mujer seguía diciendo que iba a cerrar el sistema. Ella tomó las maletas, me dio el ticket y me dijo: "ve corriendo a la puerta G14 y dile a la otra persona que llegue allí directo".
Escucha el bien parte 2
Salí corriendo con Hubert hacia la puerta. Llamé a Pablo, que ya estaba en el aeropuerto, y le dije que fuera al G14. Llegué a TSA y en la entrada el señor iba a dejarme pasar cuando otra persona preguntó por el perro y sus documentos. Ella me dijo "llegaste tarde, no vas a llegar. ¿Dónde están los papeles?" Respondí: "los tiene mi esposo", mientras tanto Pablo me llamaba porque no encontraba la puerta, ya que él estaba en el piso 2 y la entrada era en el piso 1. Mientras tanto, le dije a la señora de la aerolínea: "él está aprobado (el perro)", y el señor me dijo "pasa, pasa". Acto seguido, pasé a TSA para hacer la cola.
Escuchar el bien parte 3
Salí corriendo hacia la puerta del avión, continué sola porque Pablo estaba atrás en TSA y decidí llegar primero a la puerta. Corrí, (la puerta 14 era la última). Le dije al señor del mostrador "aquí estoy", y una mujer me dijo "llegaste tarde, cerramos en 4 min". Les comenté que Pablo estaba en TSA y me dijeron "tiene que llegar en 4 min". Llamé a Pablo y me dijo: "me están revisando el bolso en TSA", y le dije a otro chico en el mostrador: "está en TSA casi saliendo", y él me dijo de nuevo "tiene que apurarse, ya vamos a cerrar". La otra chica decía del otro lado del mostrador: "no se puede, ya llegaron tarde" y el otro chico hacía tiempo... Me decía "30 segundos y cerramos". Llamé a Pablo y me dijo: "corriendo a la puerta" y el chico se acercó al pasillo para verlo llegar de lejos (y ver si era verdad que estaba llegando). Lo vio a lo lejos y le dijo a la chica más renuente: "¡lo veo, está llegando!". Pablo llegó y nos abrieron la puerta.
Escuchar el bien parte 4
Nos recibieron en el avión con un "¡lo lograron!".
Buscamos nuestros asientos y el de la ventanilla estaba ocupado por alguien más. La azafata investigó y resultó que esa persona en nuestro asiento fue movida para que unos padres estuvieran al lado de su hijo. Le pedimos a la azafata sentarnos juntos por Hubert, ya que es un animal de soporte y es mejor estar uno al lado del otro para no molestar a nadie. La chica en mi asiento no quería moverse, y mientras tanto, el avión estaba esperando para salir. En ese momento dije: "no importa, ya llegamos tarde, no vamos a retrasar más a todos por esto". La azafata insistió si estábamos bien así y cada uno tomó un asiento, uno en cada extremo del avión.
La chica que ocupó mi asiento empezó a cuestionar si el perro era más importante que un bebé, y empezó a tener una actitud desagradable. Le dije sentándome a su lado: "vamos a respetarnos, estamos todos en el mismo bote". Ella volvió a preguntarme: "pero ¿dónde está tu hijo?", y simplemente respiré y la ignoré. Solo pensaba "no quiero pasar tres horas sentada con una incomodidad al lado". Me senté con la espalda erguida, cerré los ojos, y le agradecí a Dios por permitirme haber abordado, estaba en pleno agradecimiento y en ese momento la misma mujer que estaba en conflicto a mi lado me dijo: "¡qué perfume usas, hueles bien!, qué bueno sentarse al lado de alguien que huele bien!" Yo en shock me quedé pensando; ¿me puse perfume? Y le respondí: "no me puse, sin embargo es de L'Oréal, me lo regaló mi prima". Luego, unos minutos después, el papá del niño por el cual movieron los asientos, le dijo a Pablo: "gracias por entender, es que tenemos al niño y nos habían sentado separados", a lo que Pablo respondió con una sonrisa que no había problema.
Escuchar el bien parte 5
El avión despegó y me tomé un vaso de vino para escribirte esta historia sobre cómo en cada parte de la travesía hubo alguien diciendo que no era posible y otra que sí lo era, y yo decidí escuchar el bien y no prestar atención a lo demás. Mi objetivo era abordar, y mi energía estaba enfocada en ello.
Si todavía te preguntas: ¿Qué es escuchar el bien? Significa tener la capacidad de comprender que todo lo que los demás sienten, dicen o hacen no habla de ti, ni es en contra tuyo, habla de su mundo interior, de sus creencias, juicios, y en últimas de su visión y percepción del mundo. Escuchar el bien es comprender: ¿Dónde está parada ésta persona? ¿Qué juicios está haciendo? ¿Qué hechos justifican esos juicios? ¿Qué experiencias moldearon su perspectiva? ¿Qué historias se está contando a partir de esto? Cuando decides escuchar el bien, puedes actuar desde tu grandeza (viendo las cosas con claridad y como realmente son), y así encontrar soluciones en armonía contigo mismo y con todo lo que te rodea.
Dedicado a Gustavo Romero, Director del Programa de Coaching Ontológico del IESA.
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